viernes, 9 de diciembre de 2011

El origen del Pesebre

Era el invierno de 1223 cuando “Il Poverello” recorría la provincia de Rieti predicando la Palabra del Señor. El 24 de diciembre llegó a la ermita de Greccio, donde se le ocurrió reproducir el nacimiento de Jesús. Construyó entonces una humilde casita de paja y madera a la que llevó un asno y una vaca que pidió prestados a los vecinos del lugar, invitando a algunos a hacer de pastores.
Una noche especial
Fue aquella una noche especial en la que los cantos y villancicos retumbaron por los alrededores mientras la luz de las antorchas iluminaba la escena.
Allí mismo se celebró la Misa en la que San Francisco cantó el Santo Evangelio, hablando a continuación del nacimiento del Rey de Reyes en el humilde pesebre de Belén, escena similar a la que todos veían en ese momento. La gente lloraba y se persignaba mientras los frailes entonaban sus cánticos y don Juan de Greccio, señor feudal y caballero de armas, narraba una visión que había tenido.
La representación se propagó por Italia primero y el mundo cristiano después, llegando intacta hasta nuestros días.
Los Reyes Magos
A fines del siglo XV los napolitanos construyeron los primeros pesebres con figuras de barro, en las que aparecían San José, la Santísima Virgen y el Niño Jesús con algunos animales de corral y pastores. Tres siglos después, Carlos III de España ordenó la construcción de pesebres navideños en todos sus dominios europeos, costumbre que frailes y misioneros introdujeron en las posesiones de ultramar.
Al principio solo estaban San José, la Virgen y el Niño junto a algunos pastores y animales, pero con el correr de los años se agregaron nuevos personajes, entre los que se destacan los Tres Reyes Magos a quienes la tradición bautizó Melchor, Gaspar y Baltasar.
No se trataba de magos propiamente dichos ya que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento amonestan severamente la hechicería y la magia. Eran tres hombres sabios, procedentes de Oriente, muy versados en matemáticas y astronomía, embajadores de las tierras de Persia, Siria y Etiopía, quienes postrados a los pies del Creador, depositaron mirra, incienso y oro.

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